Día caluroso, templo alejado del pequeño centro de la pequeña y tranquila ciudad de Luang Prabang. Lugar donde perderse, lugar donde esconderse, lugar donde ver pasar el tiempo sin que el tiempo pase. Si no fuese por el propósito del viaje, conocer nuevos lugares, que impide que te establezcas en un lugar, allí me hubiese quedado para siempre, sentada en uno de los cafés, leyendo, mirando a los laosianos vivir. Y cuando ya conoces las calles principales, entonces te aventuras a conocer nuevos lugares de la ciudad, y un día descubres un templo alejado, perdido, sin viajeros, y en él encuentras cientos de figuras de buda almacenadas, llenas de polvo, sin orden, caos, y decides pasar la mañana rodeada de ellas, en silencio, con el incienso de única compañía. Tienes una cámara, decides hacer fotos, intentar captar la atmósfera de ese pequeño, recóndito lugar donde te encuentras. Y esta es la foto...
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