El sábado nos fuimos a comer al Cajun Kitchen, un restaurante típico USA que está downtown. Lo curioso del lugar es que que el pan que acompañaba a los platos era un bizcocho. Nuestras hispanas costumbres culinarias nos impidieron comer gambas con bizcocho, porque o comes gambas, o comes bizcocho, pero los dos sabores juntos se anulan. Y como dijo el poeta "el bizcocho es un bizcocho es un bizcocho". Total, que pedimos un pack y nos trajimos el bizcocho a casa para el desayundo del domingo. Ahí va la foto del Cajun Kitchen:
También aprovechamos el sábado para ir a la peluquería. Fuimos a la Campus Cut, en Isla Vista, donde por 14 dólares nos cortaron el pelo y nos regalaron una tarjeta donde cuando te marcan diez cortes, te regalan otro. Un chollo.
Tras la marcha de Guillermo (a las 5 de la mañana), el domingo me levanto relativamente temprano y me voy con mi bicicleta al mercado orgánico de Storke. Tras comprar el The New York Times, un queso orgánico y unas almendras orgánicas, me dispongo a tomar una limonada y sentarme en una terraza a que me de el solecito. Desgraciadamente no tienen limones para el zumo (no es época de limones) así que como hay cola tras de mí intento no divagar mucho y decido tomarme un wheatgrass, que como es verde, pienso que algo de sabor a menta tendrá(no me pregunteis porqué llego a esta conclusión, me nublaba el sol californiano). Pues bien, me sirven el wheatgrass en un vaso de chupito. "Qué es esto?", pienso. Yo, que ante todo soy muy digna, para no parecer que no sabía lo que había pedido, actuo con normalidad. La camarera espera a que yo me tome el wheatgrass. Hay más clientes que observan. Me lo tomo. Intento que mi rostro no mostre emociones. Muy digna, salgo al exterior del local.... y una vez en el exterior ya no puedo contenerme y a lo Jerry Lewis intento escupir en una servilleta cualquier atisbo de wheatgrass que haya quedado en mi boca...
Qué horror! Era una mezcla de hierba (sí, ya lo sé: wheatgrass) y paladú. Horrible, horrible, un desastre. Corriendo entro en el bar de al lado, un hawaiano, donde pido el vaso gigante de Diet Coke y me surto a gusto, pero aún así el sabor no desaparece, es más, es como si la Coca Cola lo potenciase, así que me voy a Borders y me compro un agua, pero el paladú sigue estando ahí. No me queda más remedio que regresar a casa a lo Undurain, lavarme los dientes a conciencia y aplicarme un agresivo colutorio....
Y por la tarde, salgo a por agua (el paladú, ya sabeis...) y me encuentro con un partido de baseball y unos animados padres que intentan explicarme el funcionamiento del juego, pero el paladú se ha depositado ya en mi cerebro y no consigo retener nada. Ya buscaré en internet y otro día me voy con mi sillita a ver el partido y practicar english...
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