Y en el sur del Big Sur se encuentra un lugar, Piedras Blancas, donde desde los 90, sin saber muy bien la razón, empezaron a acudir elefantes marinos a sus playas para parir y amamantar a sus crías. Y es toda una experiencia acercarse entre diciembre y febrero, que es la época cuando las hembras dan a luz y cuando se puede observar una mayor concentración de elefantes marinos en el lugar. Siempre a una recomendable distancia, claro.
Los machos se enzarzan en peleas en las que incluso corre la sangre. Y además vigilan que las hembras no abandonen la playa. Cuando éstas se acercan a la orilla, allí aparece un macho que la acorrala hasta que vuelve a la arena. Y es que mientras están en la playa, amamantando a sus crías, las hembras no comen absolutamente nada y pierden 1/3 de su peso.
Al espectáculo visual de contemplar a estos extraños animales se une el festival de sonidos que emiten: una mezcla de eruptos y pedorretas junto a lo que parece ladridos de perro. Pasas un buen rato sólo contemplando cómo hacen su vida en la playa.
Aquí van unas fotos de estos animales tan peculiares...
La playa de Piedras Blancas.
Por aquí no pasa nadie porque lo digo yo.
Fijaos en las huellas del macho, como siguió a la hembra hasta hacerla retroceder.
Mal rollito entre dos elefantes marinos.
Madres con su cría.
Los lunes al sol.
We are family.
Hembra quitándose arena del ojo
(se cree que se lanzan arena para que les sirva de protector solar)
Macho y hembra manteniendo 'relaciones'.
Qué bien viven los elefantes marinos!
Así de plácido estaba éste...
Feo, feo, feo.
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