jueves, 7 de enero de 2010

Viaje a México


Voy a explicaros un poco el viaje en México. Llegamos el día 26 y estuvimos en Distrito Federal, la capital, hasta el día 30. Como Guillermo no conocía la ciudad hice un poco de guía y aproveché también para visitar lugares que se quedaron pendientes, como la casa museo de Trotsky (un poco abandonada pero muy interesante, allí estaba tal cual su despacho donde Ramón Mercader acabó con su vida)

Mural en la fachada de la casa de Trotsky.

o Teotihuacán (aquí nos encontramos a unos iluminados en lo alto de la pirámide recargándose de energía),

Teotihuacán.

Iluminados.

Perspectiva desde la pirámide.

el Museo de Bellas Artes o el Castillo de Chapultepec. A este último fuimos acompañados de Yamil, un politólogo mexicano al que Guillermo conoció este verano en Stanford. El Museo de Bellas Artes merece la pena por los murales y en el castillo de Chapultepec obtienes una primera aproximación a la historia de México, aunque se olvidan de la lucha zapatista en Chiapas o los muertos en Tlotololco en el 68. Así se hace la historia...

También conocimos la noche en la capital, e incluso una noche acabamos en la Plaza Garibaldi, famosa por ser el punto de encuentro de todos los mariachis de la capital. Allí se congregan todo el día, esperando que lleguen clientes que les contraten para ir a cantarle las mañanitas a alguna novia. Yamil contrató a seis mariachis para que nos cantaran a Guillermo y a mi DIEZ canciones de su repertorio. Eran las 3 de la mañana y el tequila ya había hecho efecto en mis acompañantes. Fue divertido.

Viajar con Guillermo tiene sus pros y contras. Entre los segundos se encuentra su difícil adaptación a nuevos medios ("no me encuentro muy bien", "me duele el estómago", "no he dormido bien", "me duele la espalda", "tengo llagas en la boca", "hace frío", "hace calor", "me han picado mosquitos", "necesito ibuprofeno"...). Paciencia. Entre los pros se encuentra que al ser más sibarita, culinariamente hablando, con él siempre descubro nuevos lugares donde comer. Así que aquí van dos grandes recomendaciones: El Cardenal, un restaurante maravilloso, tradicional, donde te ponen un babero para que no te manches, con un servicio exquisito y una comida fabulosa. Aquí probamos las huevas de hormiga, riquísssimas. Y otro restaurante, Pujol se llama, más estilo Ferran Adrià, también excelente, aquí comimos moho de maíz, muy bueno, y un aguachile con pulpo marvellous.

León, Yamil, Guillermo y yo en el Pujol.

También la última noche cenamos acompañados de Marta, Carlos, Yamil, Mónica (su novia), y una chica neoyorquina cuyo nombre no recuerdo en un restaurante sencillo pero con unas berenjenas rellenas para chuparte los dedos, el restaurante se llamaba Los Girasoles.

Y hasta aquí nuestra estancia en DF. Desde aquí nos montamos en un avión y nos fuimos al Yucatán. Soy un poco radical, pero he de decir que no me ha gustado nada. No fuimos a Cancún porque intuía que no me gustaría. Pasamos las dos primeras noches en Mérida, lugar del que esperaba que se pareciese un poco a San Cristóbal de las Casas. Per no, es una ciudad un tanto anodina. Aquí nos fuimos a ver unas ruinas mayas, Uxmal.

Uxmal.

Mis pies siguiendo a Guillermo.

Aceptables, pero no me provocaron gran emoción. Y aquí pasamos fin de año, que casi ni nos enteramos porque ni había campanas ni grandes celebraciones. Nos pilló en una terraza, cenando, y con una caja de uvas comprada en una tienda unas horas antes. Uvas que eran malísimas y grandes como peras. A la segunda uva desistí de comérmelas todas. Además que éramos los únicos que tomábamos uvas y la gente a nuestro alrededor nos miraba raro: "¿por qué se están comiendo las uvas tan rápidamente?".

Desde allí, con nuestro coche alquilado (por cierto, ni un problema con los numerosos militares y policías que nos encontramos por el camino, nadie nos pidió la mordida, al contrario, todos fueron muy amables) nos fuimos a las ruinas de Chichén Itza y Tulum.

Chichén Itzá.

Yo de pose en Tulum.

Se supone que son las ruinas más llamativas, pero una vez más, a mí no me provocaron ninguna emoción. Creo que en mi vida hay un antes y un después de Angkor. No hay nada comparable a las ruinas que te encuentras en Siem Reap, Camboya. Nada. Qué hermoso lugar!!! Qué gentes más maravillosas los camboyanos! Qué niños tan simpáticos!!!!

Tras tanta ruina, Guillermo no podía más, así que nos fuimos a Playa del Carmen, que como su nombre indica, está en la playa. Espanto de lugar. Destrozo de la naturaleza lo que se ha hecho allí (empresas españolas, principalmente). Qué horror! Además, estaba llenísimo de gente, lo que me resulta totalmente incomprensible. Básicamente, hay una calle principal, Quinta Avenida, repleta de tiendas y bares, y, paralela a esta, la playa, bordeada por hoteles y hoteles y hoteles que se comen la playa (la distancia entre los hoteles y el mar no sería más de veinte metros). El agua es azul, preciosa, pero no me puedo imaginar esta playa abarratoda de gente. Dónde se meten?

Playa del Carmen.

Nuestro hotel tenía playa privada, y aunque el tiempo no nos acompañó, nos tumbamos en algún momento a disfrutar del ambiente,

Guillermo desconectando (leyendo The Political Brain).


Yo de paseo.

pero era prácticamente imposible estar a gusto allí cuando ves la atrocidad que el ser humano ha perpetrado a este ecosistema. No quiero ni pensar cómo será Cancún... Con lo bien que hubiésemos estado en Oaxaca!!!

Playa del Carmen.

Y éste ha sido nuestro viaje. Ya estamos en Santa Barbara, hogar, dulce hogar. Volvemos a nuestra rutina de trabajo, que yo ya extrañaba... Qué cosas!!!

2 comentarios:

smg dijo...

como vivimos...

Núria dijo...

Se hace lo que se puede...